Las ballenas son los gigantes de los océanos, con longitudes que pueden superar los 20 metros en algunas especies. Sin embargo, su gran tamaño no las protege de los peligros que acechan en las aguas, como las colisiones con barcos. Según Friend of the Sea, hasta 20.000 cetáceos mueren cada año por esta causa, que califica de “masacre silenciosa”. Solo en la costa oeste de EEUU se estima que unas 80 ballenas pierden la vida de esta manera cada año.
Ante esta situación, algunos científicos han decidido usar la tecnología para salvar a las ballenas, empleando desde algoritmos, sondas y satélites hasta drones e inteligencia artificial (IA). El objetivo: detectar la presencia de ballenas en determinadas zonas y avisar a las embarcaciones para que reduzcan su velocidad. Así lo hace Whale Safe, una herramienta de mapeo y análisis que ofrece datos actualizados sobre la ubicación de los cetáceos. Según sus creadores, disminuir la velocidad a unos diez nudos en las áreas donde hay ballenas puede “reducir significativamente” el riesgo de atropellarlas.
Whale Safe es una herramienta que busca prevenir las mortales colisiones entre ballenas y barcos, ofreciendo datos casi en tiempo real de ambos. Se basa en tres fuentes: observaciones visuales y acústicas de ballenas, y un modelo diario de hábitat de ballena azul que depende de las condiciones del océano. Estas fuentes se combinan en una puntuación integrada de presencia de ballenas: baja, media, alta y muy alta”, explica la iniciativa, que cuenta con el científico Douglas McCauley entre sus participantes.
Whale Safe se dedica a evitar las colisiones entre ballenas y barcos en el Canal de Santa Bárbara y la Región de San Francisco, en la costa oeste de EEUU. No solo informa a las navieras de la presencia de ballenas para que puedan frenar, sino que también publica cómo actúan las empresas y si cumplen o no las recomendaciones voluntarias de la NOAA”, explica en su página web, donde muestra una tabla con los operadores y sus niveles de participación. Un dato positivo es que desde que existe Whale Safe no se han producido choques en el Canal de Santa Bárbara, aunque The Washington Post dice que es pronto para sacar conclusiones.
¿Cómo consigue los datos Whale Safe?
De una mezcla de dos grandes fuentes: dispositivos de monitoreo acústico que detectan los sonidos de algunas ballenas —azules, jorobadas y rorcuales comunes— y los registros hechos por los técnicos que observan los avistamientos. Para su trabajo usan barcos, aviones y una app móvil.
Como la zona es muy grande, los expertos usan un tercer recurso que les ayuda a afinar: datos oceanográficos que les indican dónde es más probable que haya grandes cetáceos.
Whale Safe destaca que, al combinar tres fuentes de datos casi en tiempo real, puede hacer una evaluación relativa de la actividad de las ballenas en un momento dado. Sin embargo, reconoce que su sistema no es perfecto: no puede saber cuándo las ballenas no estarán presentes, porque no todas se ven ni hacen sonidos que lleguen al hidrófono de la boya. Cuando sí lo hacen, los datos van a una computadora que identifica el ruido y lo envía por satélite a los científicos que revisan la información. El sistema usa inteligencia artificial (IA) para su trabajo, un aliado que —dice a Life Wire Adam Porter, profesor de la Universidad de Maryland— hace que “los patrones de la naturaleza que normalmente se nos escaparían sean visibles para los humanos”.
“La IA puede procesar grandes cantidades de datos y encontrar, por ejemplo, correlaciones entre los contaminantes y el comportamiento, permitir la interpretación y predicción y dar información útil para los investigadores”, añade el académico. La IA también ha sido útil para el monitoreo de otras especies, como aves vulnerables, con el sistema BirdNet.
Los drones son otra herramienta útil para el control de especies en peligro, ya que permiten su seguimiento desde el aire y recoger datos sin molestar a los animales. Eso es lo que hacen, entre otros, WildTrack, que rastrea a los rinocerontes africanos, u Ocean Alliance, que ha usado drones para que el marcaje de las ballenas azules o de aleta sea más fácil y seguro: en vez de acercarse a los cetáceos con botes, usa drones que sueltan dispositivos de marcaje con ventosa.
Hay quien los usa para tomar muestras o, como la investigadora Grace Russell, usa sus grabaciones a vista de pájaro para clasificar a las ballenas por edad, especie y nivel reproductivo y estudiar luego cómo reaccionan ante los factores ambientales. Otros especialistas usan el mismo recurso con una orientación y objetivo un poco diferentes, como el caso de SharkEye, que combina los drones y la IA para obtener información de los tiburones que nadan cerca de la costa.
“Usamos Salesforce AI para analizar el vídeo y detectar automáticamente grandes tiburones blancos en las imágenes con un 95% de precisión”, explican desde SkarkEye: “Esta información crea una base de datos para que los científicos marinos puedan predecir mejor cuándo y dónde habrá más actividad de los tiburones blancos e informar sobre los esfuerzos de conservación”.
Los responsables de SharkEye quieren ayudar a desarrollar “mejores prácticas para compartir los océanos”, y alertan: “Las poblaciones de tiburones han bajado en muchas partes de nuestros océanos por culpa de la sobrepesca y otros factores de estrés”.